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Desde los Alpes

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Hace algún tiempo vi esa foto de Gaston Rebuffat parado en lo más alto de una laja filosísima que apunta al cielo. Después me enteraría de que se trataba de la Aguja de la República, en Chamonix.

Casi hipnotizado por esa imagen, me propuse conocer esos lugares y escalar donde habían escalado algunos de los más grandes escaladores del siglo pasado: ¡en Europa!

Pero como la escalada sin amigos, para mí, pierde todo sentido, me encargué de que ellos no faltaran en mi recorrida. Como dice la canción, "siempre se vuelve al primer amor" y así me comuniqué con mi primer compa de cordada y, a esta altura, mi gran amigo, Cris Smulski, que está viviendo en Suiza desde hace algún tiempo.

 

Lo llamé y no me dejó completar la propuesta que ¡ya me había dado un sí rotundo! El otro compa sería un amigo francés que está preparando su ingreso a la escuela de guías de ese país: Marcial Dessay, fuerte escalador que tuve la oportunidad de conocer escalando en los Arenales.

Con el team conformado y con la motivación en lo más alto, moví para Europa y apuntamos a una de las cunas de la escalada: ¡la hermosa Italia! El primer destino fue Arco. Qué decir de Arco... si existiese el título de "Capital de la escalada", Arco sería un excelente candidato, sin lugar a dudas. Ya desde lejos se puede ver una mole rocosa coronada por un castillo medio en ruinas y una enorme bandera italiana flameando en lo alto. ¡¡Así te recibe!!

Cuando te vas acercando, aparecen los primeros carteles viales pero no señalan velocidades máximas ni monumentos históricos, sino que advierten sobre zonas de escalada, vías ferratas, comercios del rubro y afines. ¡¡Disneylandia de la escalada, mono!! ¡Hasta los restaurantes tienen los topos de las vías para que los turistas busquen en las enormes paredes, que superan los 200 metros de alto, a los escaladores haciendo de las suyas!

Luego de conseguir los topos (que los venden hasta en los kioscos), encaramos las primeras paredes. Zonas para escalar, cientos… vías... ¡¡miles!! Casi como para revolear el dedo en la guía y, a la que le pegás, encararla.

Empezamos con un poco de deportiva para conocer la roca. Les mentiría si les dijera que la caliza es lo mejor que me pasó en la vida. Muy por el contrario, hay que acostumbrarse y esquivar las vías más transitadas porque resbalan como jabón. Para que se den una idea, ¡los nombres como "Manos pulidas" o "Pobre iluso" lo dicen todo! Pero superado este tema, empezás a disfrutarlo.

Después de un día de deportiva, arrancamos con los multilargos. Un par de vías de 200 metros muy disfrutables con paisajes llenos de viñedos, ríos, valles y mucho sol.

Pero como el buen clima no dura para siempre, se empezó a nublar y el mal pronóstico nos corrió de este hermoso lugar. Buscando otras zonas con mejor clima, movimos para Valle de Melo, en San Martino, Italia. Un pueblito de película, construido entre enormes paredes, rutas angostas y ¡más escalada!

Si en Arco son fanas de la escalada, ¡en Valle de Melo no se quedan atrás! En el camping estaba lleno de posters firmados por Stefan Glowacz  (el que no lo tenga, que mire los créditos de Grito de piedra o que prenda la compu y lo googlee), topos en las paredes de los locales, bloques con vías y boulders al costado de la ruta, ¡hasta carteles con topos en braille, loco! ¡Posta, de otro planeta!

En un momento paramos al costado de un desplome enorme, como para entender dónde estamos. Pasan cinco minutos y aparecen dos flacos con cara de nada. Saludan con el característico "ciao" italiano (que te mete la duda de si llegan o se van) y se ponen al pie de una vía imposible. El primero que arranca, el más climber de los dos, lo da todo y más, con movimientos imposibles y aprietes de otro planeta. Cae sin encadenar pero con la frente en alto. Cuando pensamos que eso es todo, el otro flaco empieza en el piso con los clásicos movimientos "precompetitivos". Se saca el gorrito de lana, se encuerda y se saca la remera. Medio flacucho, pelado... no dabas dos mangos... ¡¡Hasta que empezó a escalar!! ¡La descosió, mono! ¡Como el Diego haciendo jueguito con la de golf en el ‘94! No hacía fuerza, ¡levitaba! Hasta la cuarta chapa, venía charlando con el que le daba seguro. Obvio que encadenó de una y, como si eso fuera poco, ¡bajó y volvió a subir! ¡La bestia! ¡Y nada más y nada menos que en un octavo grado!

Después nos enteramos, por unos posters que vimos por ahí, que era Simone Pedeferri, la estrella de Valle de Melo, con escaladas de todo tipo por todo el mundo. Y nosotros que pensábamos que era un dominguero... ¡qué giles!

Después de eso, casi colgamos los botines pero nos dimos una oportunidad y, al día siguiente, fuimos a probar los multilargos de la zona, ¡que explotan!

Fue así que pudimos disfrutar de este hermoso valle lleno de roca, con un refugio del Club Alpino Italiano y con vías y boulders para tirar al techo. ¡Tuvimos la oportunidad de hacer la vía "Océano irracional", una vía tradicional de 14 largos y 6b con cara de malo!

Paredes con hermosas fisuras y terreno aventura que invitan al disfrute y la buena escalada.

Pero, una vez más, el buen clima y el sol no duran para siempre así que, después de algunos días disfrutando del excelente granito italiano, movimos para otro de los lugares emblemáticos de la escalada europea... ¡¡el valle de Chamonix!! Pero eso es parte de otra historia así que, por ahora, ¡eso es todo, amigos! Nos vemos pronto, buenas escaladas, mucha motivación y ¡hasta la próxima!

 Fede

 


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